Cuando la grada mira hacia el entrenador, el palco trata de ratificarlo. Cuando la grada mira hacia el palco, la cabeza del entrenador rueda escaleras abajo.
Ya sé que es manido hablar de “final de ciclo”. Sé que incluso es anacrónico a las alturas que andamos, pues esto terminó hace un par de años cuanto menos, pero no logro quitármelo de la cabeza conforme transcurre el tiempo y vemos lo que vemos sobre el tapete del terreno de juego.
No dejan de contarnos que nuestros rivales deportivos son los ricos, que son grandes porque siempre fueron ricos, que es el espejo en el que reflejarse, dejándonos de localismos, pero no tomamos nota de lo que hacen de forma potable. Y no es que se trate de gastar millones y millones en renovar el elenco de jugadores, no van por ahí los tiros. De hecho el Sevilla grande contemporáneo no fue precisamente fabricado a base de talonario.
A día de hoy, estamos inmersos en la más absoluta de las mediocridades y faltos de un proyecto deportivo con objetivos claros.
Si el Sevilla FC está donde está ahora mismo, solo es fruto de las reminiscencias del equipo grande de mediados de la década pasada. Los Palop, Kanouté, Luis Fabiano y Renato, leyendas vivas que disfrutamos y que podremos describir a nuestros nietos diciendo. “…yo los vi jugar…”, llegan a día de hoy con una media de edad que roza a la de un geriátrico, aún con destellos de buena calidad y atesorando la calidad de los grandes, pero no es suficiente visto lo visto en la tabla clasificatoria.
Los puestos vacantes no se han renovado con el acierto de antaño, sufriendo una bajada de calidad considerable. La Subdirección General Deportiva del Sevilla FC está fallando estrepitosamente en estas lides y debe reaccionar antes que después. Una Subdirección a la que –recordemos- se le dio un voto de confianza en la pasada Junta General de Accionistas y a la que se la ha dejado trabajar en estos dos meses desde entonces.
Para colmo, el entrenador que tenemos es un “triste”, como decía un compañero. No sabemos a qué juega, ni tan siquiera si tiene la cabeza en los partidos a los que asiste. No ha repetido alineación en 23 partidos, no acierta habitualmente en los cambios y el sistema de juego es… no sabría como definirlo. Los jugadores se le rebelan, hay malestar en el vestuario y el entendimiento en el terreno de juego a veces brilla por su ausencia. Lo que se dice popularmente como “un barco que hace aguas”.
En cuanto a la afición es curioso cómo con la mayoría de sevillistas con los que hablo, parece que están deseando que acabe lo antes posible esta temporada, la apatía se adueña de la grada y ni tan siquiera pita al entrenador, como hace poco con Jiménez.
Veremos el comportamiento del equipo en la competición europea.
Ya ven que estoy pintando un panorama catastrófico en el que me dejo cuestiones como la económica, verdadero desastre por perder ante el Sporting de Braga, un equipo de los endeblitos de verdad, donde nos jugamos unos buenos cuartos, pero creo que este es el momento de comenzar a pensar en un proyecto ilusionante de cara a la próxima temporada. Justamente ahora, que debemos dar la presente por perdida intentando quedar lo más alto posible y poco más.
Y el cambio debe interpretarse ahora como ese cambio de ciclo verdadero, el que debió ocurrir hace un par de años atrás, con un equipo base, un entrenador valiente que sepa interpretar verdaderamente qué significa pertenecer a esta institución y darle lo que el sevillismo le pide. No hablamos de parchear, ni hablamos de tapar agujeros posicionales, sino de un nuevo proyecto con objetivos claros, concisos e ilusionantes.
Podrá salir bien, o quizás mal, pero no nos sumerjan en esta zozobra y en este sinsentido. No queda mucho para que se cante aquello de “otro año igual” de la década de los 90.
El Sevilla FC, debe zafarse de la piel de mediocre que lo envolvió durante más de 50 años y solo ustedes, los dirigentes, pueden hacer que así ocurra. No quiero un Sevilla FC que juega a quedar por encima del otro equipo de la ciudad. No quiero un equipo sevillista en las medianías de la tabla intentando acercarse a puestos de UEFA, o el que se salva de caer en Segunda División y queda contento por ello.
Pónganse las pilas.