Deben ser cosas de la edad y eso que uno no se siente ni es mayor en absoluto. Aún no entiendo porqué en aquellos lugares donde uno va a pelarse, porque uno va a pelarse, le llaman peluquería. Quizás le añaden la coletilla “de caballeros” para dejar claro qué tipo de género es al que se dedican, pero yo sigo llamándolas barberías.
José Manuel es mi barbero desde hace quince años, no sobrepasa mucho los 40 y no dejo de ir religiosamente cada mes, o mes y medio, a pelarme. Es una especie de ritual donde cada vez que se produce el necesario hecho referido, analizamos la vida y la ponemos a parir. La abrimos en canal de arriba a abajo y dejamos a la vista todas sus vísceras en forma de políticos y situaciones sociales. Son 20 minutos mensuales de tertulia al son del chirriar de las tijeras.
“…Jóse, ya sabes, al uno por detrás y laterales y déjame un poco largo por arriba porque ya se me ve el cartón demasiado. Como esto siga así voy a tener que peinarme con una esponja dentro de poco…”
El barbero en cuestión hace el cuello con cuchilla a la antigua usanza, nada de maquinillas para ese menester; la corta, la cambia ante tus ojos y brilla en cuanto le da la luz. Él entiende mis pelos y me costaría mucho dejar mi imagen, o la que me quede aún, a otro. Pero, avatares de la vida cruel, José Manuel es bético. Es una de esas cosas que muchas personas aprenden a aceptar en la vida con resignación.
Al principio, y hablo de quince años atrás, no hablaba de fútbol, temeroso, quizás, de no hacer la clientela necesaria en los inicios de su negocio, algo inteligente por otro lado en esta Sevilla dual cainita. Pero ya con su clientela muy afianzada, porque es buen profesional, no esconde sus colores y hace bien, incluso cuelga anualmente un almanaque con la plantilla bética en una de las paredes de su pequeño local. Él sabe que yo soy sevillista.
Hace como un año aproximadamente la conversación habitual cambió de derroteros y comenzó a contarme esas cuestiones que muchos béticos, como si de una impronta ornitológica se tratase, tienen grabadas en el cerebro. Ya saben, que si los orígenes humildes, que si el obrero.
¿Cuándo aprenderé a callar?
Lógicamente le dije que no, que los orígenes del club verdiblanco ni mucho menos fueron humildes. Le hablé de los militares, honrosa profesión por cierto, y que de pobrecitos nada de nada.
¿De dónde sacas eso? Me espetó.
Pues de una página web que conozco que habla de esas cosas de la Historia del fútbol sevillano. No le dije que me dedicaba a investigar estas cosas como pueden comprender.
Conforme le hablaba de estas cuestiones absorto en mis tesituras, tocaba hacer el cuello y noté cómo la cuchilla cortaba el vello de la nuca un poco más intensamente de lo normal, ante lo cual le pregunté sobre la crisis económica y de cómo le estaba afectando a su negocio. Un cambio de conversación, de reflejos que se llama, ante la que se adaptó rápidamente respondiéndome.
Terminó el pelado felizmente, o casi, pues el cartón se me veía más de lo normal en la mollera. Ese mes me peinaría con la esponja ya que nunca me dejó tan corto el pelo. Desde entonces, siempre hago referencia al Betis cuando ha terminado la faena, esperando que no se acuerde al mes siguiente. Y tan felices, oigan.
Pero la última vez me dijo que quería modernizarse y que quería subirse al carro de las últimas tecnologías comprándose un ordenador y conectándose a Internet.
Y yo pregunto… ¿me recomiendan ustedes que cambie de barbero?
Por si me lee alguna vez, espero que no, envío un fuerte abrazo a Don José Manuel, deseando me acepte la broma.