Nací justo un año después de que el Sevilla FC jugase su última final. Una final de Copa frente al Real Madrid que estaba perdida de antemano. Una final que sí o sí debía ganar el equipo de Concha Espina, por lo civil o por lo criminal, como diría el sabio de Hortaleza. Y que conste que hablar en tono victimista no es propio de los textos de este blog ni del sevillismo en general.
Toda mi familia, padres, tíos, primos, abuelos… eran sevillistas. Jamás conocí a un familiar que fuese del otro equipo de la ciudad, es algo genético sin duda, aunque pertenecía a la parte menos forofa que con los años he intentado compensar. Mi sevillismo llegó a su mayoría de edad a los 18 años, como en la vida civil, y antes de esto el fútbol era un elemento más de la vida que me rodeaba.
Mi primer balón me lo regalaron a los 7 años, mi equipación de portero a los 12 y mis primeros guantes a los 14, pues era de lo que jugué siempre y no se me daba nada mal. De hecho jugué en esa posición hasta bien entrados los 30, edad a la que me vi lo suficientemente mayor como para retirarme y bien que se me nota ahora en forma de michelines. Sepp Maier fue mi ídolo de niño, el portero ideal que militaba en la selección alemana campeona del mundo, en los años del fútbol total de la “Naranja mecánica” holandesa, cuyas paradas despertaban mi admiración a través de aquellos televisores en blanco y negro con adaptador de voltaje, de los que dicen las malas lenguas que vendió Lopera traídos de Portugal y con los que comenzó a amasar su fortuna.
Nunca, como ahora, fui un hombre que supiese de alineaciones, tácticas, sistemas y toda la parafernalia, y nunca, como ahora, entendí de fútbol. Soy un auténtico analfabeto en estas lides, eso sí, para ver buen fútbol, el del arte y el salero, no hay que entender, ellos te lo hacen comprender.
La rivalidad en aquella época existía, pero era una rivalidad mucho más sana y que yo añoro, ya que no existía problema alguno para la perfecta convivencia de los aficionados de ambos clubes en el estadio rival. Ese bien hoy es un utopía que algunos dirigentes se encargaron de dilapidar. Algún día profundizaremos en ello.
Pertenezco, quizás, a lo que bien pudo haberse llamado la primera generación perdida, (de varias), del eterno campeón de Andalucía. Determinados hechos confluirán en un mismo punto para que hicieran posible dormir al dragón blanquirojo durante más de cuatro décadas. Es lo que yo llamo, “el periodo de las medias blancas”, ya que con ellas nunca ganó el Sevilla FC absolutamente nada y aunque otros aprovecharon este periodo para dar una sensación de igualdad, la realidad dicta que ni aún así el Sevilla FC fue superado jamás en ningún indicador, llámese títulos, afición, clasificación histórica, etc.
Desgraciadamente terminó siendo el Sevilla FC de los localismos, el venido a menos y dejó de ser el equipo odiado, un privilegio que tan solo los equipos ganadores poseen y que despierta en sus rivales los más bajos argumentos para desprestigiarle.
A mediados de los años 50 los dirigentes sevillistas observan cómo el viejo Nervión comienza a quedarse pequeño. La gran afluencia de aficionados, cada vez más creciente, hizo que se plantease la construcción de un estadio de mayor capacidad, y sobre todo, en consonancia con lo que el Sevilla FC suponía, no solo para la ciudad, pues era el único club que militaba en la Primera División.
Un gran proyecto comienza ponerse en marcha en esa época, la construcción del nuevo estadio fue aprobada aún con Ramón Sánchez-Pizjuán en la presidencia y que no pudo verlo ni tan siquiera en sus primeros partidos. Todo apunta a que podría haberse llamado “Nuevo estadio de Nervión”, pero la muerte del mejor presidente de la historia sevillista hasta ese momento hizo que llevase su nombre.
La construcción del estadio supuso una losa económica que influyó enormemente en lo deportivo y aunque se dieron muy buenos jugadores para gloria del club sevillista, lo cierto es que el club habitó en la mediocridad más absoluta durante cuatro décadas y tan solo el sevillismo, su gente, pudo llevar a cabo tan titánico proyecto sin ayuda institucional de ningún tipo.
No me extraña nada que el actual consejo de administración sevillista se lo piense mucho a la hora de acometer las obras de remodelación. No podemos volver a caer en ese error.
Pasado este tiempo, de ahí la frase “¿Tú has visto una final ni ná?” y no es que nuestros rivales viesen muchas, todo sea dicho de paso, pero lo suficiente como para construir la frase jocosa, pues un clavo ardiendo es suficiente para darles cancha.
Pero claro, de un tiempo a esta parte he visto ya siete finales y han debido tragarse sus palabras sílaba por sílaba en un muy corto periodo de tiempo. Todo un gozo pasarse por Internet, esa gran herramienta, y ver lo que se decía en determinados foros hace tan solo 5 años. Observen las fechas en que se escriben estas cosas:
Al ver esto no puedo evitar las carcajadas. Omitiendo los nicks que los escribieron, es tan solo una muestra, ya que hay cientos de post de ese tipo en Internet. Eran los tiempos en que donmanué era un ídolo mundial del beticismo, el cartero se paseaba por una televisión local para lanzar improperios contra el Sevilla FC, tiempos en que algunos consejeros hablaban de “la Ramona” y se ponían camisetas con la leyenda “lociento”… muy creciditos ellos. Pero esto también es historia, reciente pero historia al fin y al cabo.
Escupir hacia arriba sin darse cuenta que todo lo que sube después baja. Y que conste que después los prepotentes somos los sevillistas y ahora se molestan, ponen el grito en el cielo, se molestan con La Palangana Mecánica y apelan al sentimiento que está por encima del número de títulos conseguidos. Que conste que ni siquiera cuando decían esas cosas tenían más títulos que nosotros tras ganar su Campeonato de España. Ver para creer.
Nada nuevo bajo el sol. Esto solo es guasa sevillana, lo que ocurre es que ahora me toca a mí y vosotros a aguantar ahora ¿verdad Ejpañita? Tendrás el honor de que te dedique un artículo a ti solito y nos divertiremos todos.
Es cierto que durante la mayor parte de mi vida no vi una final de mi equipo, pero no es menos cierto que nunca dejó de ser el grande. Por arte de birlibirloque, dentro de 50 años estos títulos conseguidos se contarán como el fruto del poder sevillista-fascista que oprimía a los pobres. Al tiempo.
Gracias Papá por hacerme sevillista. Esto se lo debía al niño de la foto que encontró de una tacada lo que su generación perdió.
PD.- Gracias Ernesto por hacernos disfrutar como niños.
.